"Bebé oso, ¿sabías que te quiero, siempre?".
"Sí, mamá, claro que lo sé", contestó el oso.
"Bebé oso, ¿sabías que te quiero siempre, no importa lo que sientas, no importa lo que hagas?".
Esta vez, bebé oso miró a su mamá y le preguntó: "¿siempre? ¿no importa lo que sienta y no importa lo que haga?".
"Sí, siempre", repitió la mamá con una sonrisa.
Si ofrecemos consuelo cuando los niños están alterados, si les transmitimos lo mucho que los queremos incluso cuando se equivocan, si respondemos asó, ejercemos un considerable impacto en el desarrollo de su cerebro y en la clase de personas que serán, tanto ahora como cuando llegue a la adolescencia y a la edad adulta.