A Lilo no le gusta cometer errores y quiere que todo le salga absolutamente perfecto. En esta historia, un par de objetos cobrarán vida para mostrarle que las equivocaciones son necesarias y que, a veces, hay que tomárselas con humor.
Después de todo, ¿qué es más perfecto que lo imperfecto?
Esta historia fomenta la cultura del error, donde se valoran y aprecian las equivocaciones en lugar de verlas como algo negativo.